COMPRENSIÓN DE LECTURA

A continuación, encontrarás un texto y tres preguntas sobre él. Marca la opción correcta.

UNA SEÑORA

      No recuerdo con certeza cuándo fue la primera vez que me di cuenta de su existencia. Pero si no me equivoco, fue cierta tarde de invierno en la que yo regresaba de la biblioteca.
      Cuando me aburro de mi pieza y de mis conversaciones habituales con mis vecinos del barrio, suelo tomar el tranvía y acercarme hasta la biblioteca municipal.
      Aquella tarde estaba lloviendo esporádicamente y el tranvía avanzaba casi vacío. Me senté junto a una ventana, limpiando el vidrio para mirar las calles.
      No recuerdo el momento exacto en que ella se sentó a mi lado porque yo iba entretenido en la lectura del libro que acababa de abrir. Pero cuando levanté la vista, me invadió aquella sensación tan corriente y sin embargo misteriosa, de que cuanto veía lo había vivido antes. La escena me pareció la reproducción exacta de otra en la que la protagonista era la misma persona. A partir de ese momento no pude quitar los ojos de ella. Era una señora. Una señora que llevaba un paraguas mojado en la mano y un sombrero funcional en la cabeza. Una de esas señoras cincuentonas, de las que hay por miles en esta ciudad: ni hermosa, ni fea, ni pobre, ni rica. Su cara mostraba los restos de una belleza banal. Sus cejas se juntaban más de lo corriente sobre el arco de la nariz, lo que era el rasgo más distintivo de su rostro.
      En adelante comencé a ver a la señora bastante seguido. La encontraba en todas partes y a toda hora. Me asaltó la idea melodramática de que quizás se ocupara en seguirme, pero la deseché al constatar que ella, al contrario que yo, no me identificaba en medio de la multitud. No me miraba, pero yo me distraía observándola.
      Poco a poco la comencé a buscar. El día no me parecía interesante sin verla. Leyendo un libro, por ejemplo, me sorprendía haciendo conjeturas acerca de la señora en vez de concentrarme en lo escrito.
      En los momentos de mayor aburrimiento salía a buscarla. Y en algunas ocasiones la encontraba. Otras no y volvía malhumorado a encerrarme en mi cuarto, no pudiendo pensar en otra cosa durante el resto de la noche.